viernes, 6 de mayo de 2016

Cinco hábitos que nos arrebatan la tranquilidad.

En nuestra vida diaria nos encontramos frecuentemente con obstáculos que se nos presentan como grandes muros, de los que apenas podemos ver su fin. En el camino a lograr nuestras metas debemos sortear un sinnúmero de situaciones y de problemas tan diversos, complejos, inesperados, y en ocasiones, tan incomprensibles, que creemos no ver otra salida mas que refugiarnos en hábitos poco saludables y hasta dañinos. Tal vez, luego de aceptar que no podemos controlar todas las cosas externas a nosotros, el mayor desafío a nuestra tranquilidad son nuestras propias acciones. Aquí cinco hábitos con los que nos arrebatamos la tranquilidad de las manos.

La prisa exagerada.

Tantas veces vemos conductores de automóvil acelerando iracundos solo para detenerse en el mismo semáforo que nosotros, maldiciendo en un embotellamiento con las venas de su cabeza a punto de estallar. Y es que el reloj se ha convertido en nuestro verdugo, y la vida agitada de hoy en día se lo permite. Pero pensemos con claridad, ¿En realidad es necesaria tanta prisa?. Muchas veces no se trata de correr, sino de sincronizarnos con el horario. Muchas otras aunque corramos no lo lograremos a tiempo, no vale la pena entonces perder la calma. Recuerda, si la ira fuera combustible nuestros cohetes ya llegarían a marte en cuestión de horas.
 
La procastinación.

"Una hora para la entrega, todo el trabajo de sies largos meses se verá reflejado aquí, es ahora o nunca. Me gustaría no haber empezado ayer..." Asusta la cantidad de veces que decimos algo similar sobre nuestras obligaciones. ¿Y que hay de las que no tienen fecha de entrega?, el libro que queremos escribir desde hace años, el árbol que no hemos ido a plantar, aquella gotera molesta, apretar el grifo flojo, con dos giros del alicate bastaría. Qué frustración sentimos cuando el agua del grifo nos salpica, o cuando vemos las semillas que compramos con toda voluntad,.selladas tal como las recibimos. Lo peor de todo esto, es que siempre sabemos exactamente que tenemos que hacer y cuando tenemos que hacerlo, pero buscamos adrede postergarlo, al recreo de hoy sacrificamos nuestra tranquilidad mañana.

Las personas toxicas.

Desgraciadamente existen personas que dañan y contaminan. Su propia historia de vida, sus decisiones, y sus experiencias, los han llevado a desarrollar esa capacidad de engendrar larvas ponzoñosas con sus palabras y sus actos. De alguna manera nos convencemos de que su comportamiento es inocuo, a la larga, nadie es perfecto. Quizás nos corresponde recibirlo, pensamos, nosotros también descargamos sobre ellos
no precisamente lo mejor de nosotros. Sin embargo aunque no lo notemos al principio, tras los espacios que compartimos (O que nos obligamos a compartir) con estas personas, crecen en nosotros pensamientos obsesivos, dependientes, y dañinos, que nos roban nuestra tranquilidad.

Los prejuicios.

Que si ella esto, que si él aquello, que se siente al lado pero sin dirigirme las palabra, que se quite esos harapos, que su música es puro ruido. Déjame preguntarte algo: ¿Invertirías tu dinero en algo que desconoces por completo solo porque a primera vista parece rentable?, no malgastemos entonces nuestro tiempo formando opiniones negativas de cosas que desconocemos por completo. La sensación que nos genera nuestros pensamientos negativos sobre las cosas, es igual de desagradable tanto sabiendo si tal cosa es negativa para nosotros, o si lo suponemos de antemano.

Los vicios.

¿Nada mejor que un cigarro después de una larga jornada, verdad?, ¿y si te dijera que tu jornada se ha hecho tres veces mas larga a causa de ese monstruito que te presiona a fumar?. Los vicios dan la impresión de ser catalizadores y sentimos que nos generan una suerte de bienestar, sin embargo no es así. No existe la satisfacción absoluta con los vicios, solo satisfacemos un apetito que nosotros mismos nos provocamos. El circulo parece inofensivo cuando vemos el dibujo, pero en realidad por cada giro que demos en el vicio, nuestra vida y tranquilidad se deterioran muy lentamente hasta el punto de caer en una peligrosa enfermedad degenerativa llamada adicción.